- ¡Corre, corre, corre más rápido! ¡Qué nos alcanza! – Domenica grita agitada.
Man sólo trata de no tropezar, ya que el suelo tiene cuatro centímetros de agua en creciente. El aire -como arsénico puro- hacia rato había comenzado a arder en sus pulmones. La máscara cuelga de su cuello, nada ha podido hacer contra el chocante aire. Corre, corre con todas sus fuerzas y a cada paso que logra tiene que mantener su cabeza agazapada por la altura del oscuro túnel absolutamente irregular. Prevenido también de las paredes puntiagudas, fatales para un cuerpo lanzado por la desesperación de escapar.
- No dejes la mochila.
- No la dejaré… corre… corre!
- ¡Cuidado! –intentó advertir Domenica en su corta delantera.
Ambos caen. El túnel abruptamente cambio de nivel y el agua ha logrado un largo metro de profundidad tramposa.
Domenica toca fondo con sus botas mas rebota para sacar la cabeza y parte del torso a la superficie. Man cae de cabeza y antes de impactar manotea el piso rocoso frenándose. La artera presión del agua lo da vuelta dejando la mochila por un instante fuera de su posesión. Siente golpes por todos lados, su casco parece ser el gran salvador, de otro modo hubiese quedado fuera de juego. Todo está negro, helado y el túnel comienza a vibrar aún más. Un revés certero de su brazo izquierdo atrapa nuevamente la valiosa mochila que parecía finalmente perdida.
Su cuerpo choca contra el de Domenica y ambos toman una bocanada de aire nefasto. No pueden casi verse, solo saben que son uno y otro por la desesperación de sobrevivir.
Un remolino los envuelve haciéndolos girar locamente precipitándolos hacia abajo, se aferran y sienten ser devorados a velocidad vertiginosa por las aguas. Intuyen que viene la caída. Y caen en caída libre, tratan de seguir tomados uno al otro y ambos a la mochila. Al instante están hundidos en una rebasada pileta natural que absorbe el impacto de la caída de los cuerpos.
Domenica saca nuevamente primero la cabeza del agua, más luego aparece el casco verde de Man con él aturdido. Logra ver a su compañera trepar la orilla y desesperado no duda en imitarla.
- ¿Tienes la mochila? –Domenica le pregunta angustiada.
Man levanta la misma para que la viese, dejándose vencer por un segundo en el rocoso suelo movedizo.
- ¿Estás bien? –le pregunta Man.
- Sí –mirándose por todos lados- vamos… vamos…
- ¿Dónde estamos? –advirtiendo que el suelo se sacude iracundo.
- Bajamos… debemos subir.
- ¿Por dónde?
- Allá… ¿lo ves? –indicando con su índice derecho.
- Rápido… ¡que nos atrapará!
El lugar es una inmensa caverna natural y en su parte superior derecha puede observarse una única entrada de luz. El agua de la pileta busca irritada drenar por diferentes túneles y es fácil deducir que la ineludible salida es por dónde ingresa el débil haz de luz. El aire parece endurecerse segundo a segundo agotándoles la vida.
- Subiré primero, sígueme.
- Ok. Vamos…
Man sigue a Domenica y ambos en pocos segundos están pronto a llegar a la escapatoria. Ella da vuelta su cabeza al advertir que no la sigue.
- ¿Qué pasa?
- Mi brazo.
- Qué pasa con él.
- No sé… me duele. Se me parte de dolor.
- Treparé y te tiraré una cuerda así puedes subir sin forzarlo.
- Ok… no nos queda tiempo. Esto se termina. Hazlo.
El frío se convierte en pestilente calor anunciando el pronto turno de la lava verde.
A los pocos segundos dos cuerdas amarillas llegan a las manos de Man. Levanta su mirada y difícilmente puede precisar que a lo alto asoma desde la débil luz Domenica. Escuchándole decir:
- ¿Aún te duele?
- Sí. No importa…
- Ok. Ata la mochila a una y en la otra enlázate tú.
Man liga de un nudo la mochila en una de las sogas y en la otra comienza presuroso a sujetarse. La soga con la mochila rápidamente comienza a subir. Mientras él se acomoda para trepar al primer tirón de su compañera.
- Vamos. Así… así, vamos!
Ella empieza a tirar y él dificultosamente a trepar hasta llegar casi al último tramo. A menos de medio metro su brazo sano busca lograr tocar el borde de salvación. Viendo la bota negra y detrás apenas más arriba, el casco rojo ocultando el rostro de Domenica.
- Man… –con voz de sentencia.
- Tira… Tira! –gritaba desesperado.
Las rocas parecen desprenderse, el calor las termina de agrietar y se parten. Ya no tiene más fuerzas y resbala. Su cuerpo cuelga, gira sobre si mismo y azarosamente se posiciona nuevamente, un nanosegundo le alcanza para ver los ojos de ella –amarillo brillar- escondidos entre el casco y la máscara que cuelga de su cuello. Tiene la mochila con “La Esfera” cruzada en el pecho. La lava comienza a brotar, “Él” está por ingresar y horrorizado ve las manos de Domenica que suelta la cuerda.
- …chau y suerte. –dice sin más.
- Noooooooo!!!! –alcanza a gritar cayendo.
Su cuerpo rebota contra el suelo como un muñeco sin vida. Y en ese mismo soplo todo movimiento y sonido cesa. Un pasaje de la nada surge tan profundo como lo profundo mismo. Luego de unos instantes Man alza su cabeza –intentando volver en sí- estupefacto lo descubre, inmóvil observándolo, rodeado por las aguas desafiantes de la gravedad. Irradiante de luz sobrenatural en pose demostrativa de magnificencia y absoluto poder. A sus espaldas un aro casi dorado ilumina las paredes del túnel proyectando los quintos infiernos. En el centro del pecho surge una grácil irradiación pues será lo último que Man logre distinguir. Nuevamente perderá el sentido, no si antes comprender que El “Señor del Túnel” ha llegado.
Man saltó de la cama su cuerpo estaba bañado en sudor. Su corazón parecía saltar de su pecho a mil pulsaciones por segundo. Y al “volver” por un momento su respiración se cortó producida por apnea. Haciendo más tortuoso el hecho.
-Fue un sueño, un sueño… sí un sueño. - se repitió hasta convencerse aunque fue mucho más que ello.
Artwork por guzsergi+arteD.