Domenica ¿Domenica?

.





- Vamos a necesitar una persona que nos ayude a ingresar a los Hormigueros.
- Es una buena idea.
- Y ya la he elegido, sólo debo llamarle, ya que la he convocado y aceptó.
- ¿Se refiere al cuidador de la casa?
- ¿Mikli? No, no es él.
- Entonces quién.
- Es una mujer.

Man se tomó la cabeza, cerró los ojos y dijo.

- No me diga nada…
- ¿Por qué?
- O mejor dicho
-dígame que estoy equivocado- así seguimos en paz y en calma.
- A ver…
- Experta en supervivencia… Blablablá…
- Qué le pasa Man que se ha irritado.
- Domenica ¿Domenica?
– afirmó y preguntó casi increpante.
- Sí la Señora Feu.
- Bueno por lo menos le llama Señora, no como Pawar que le dice “señorita” y de eso tiene muy poco, por no decir nada.
–agregando entre dientes- Y para colmo ella no lo corrige… es una… maldita.
- Sus referencias son impecables.
- Somos incompatibles. –
negando con la cabeza- Ella y yo… somos incompatible… estamos en otra “sintonía”. No, no funcionará.
- Analicemos la incorporación con cal…
- Cuando sepa que soy yo… dirá que estamos en diferentes “sintonías”. Créame!
- Ella ya lo sabe.
–afirmó el islandés.
- Le ofreció mucho dinero. ¿No es así?
- Bueno en realidad… sí.
- La conozco. Sólo le interesa el dinero.
- No tenemos tiempo en buscar a otra persona.
- Nemesio… ¿no es usted el que dice que el tiempo es elástico?
- Man confié en mí.
- Confió plenamente en usted. Es en ella en la que no confió más.
- A ver cuénteme. Vamos dígamelo, suelte esa rabia que lo invade.
- No tiene sentido. No tengo ganas. No quiero.
- Bueno tomémonos un…
- No. No la quiero a mi lado.


Nemesio comprendió que había dolor en las palabras de su interlocutor. Daño que sólo es causado cuando un corazón ha sido herido. Man quedó en silencio flanqueado por el suceso desencadenante de su actitud emocional. La gota que rebaso el vaso…



Había un enorme parque colmado de altos árboles añejos, verdes y generosos en sombras frescas. Y era un día hermoso colmado de sol y belleza. Había un constante sonidos de pájaros que parecían charlar todo el tiempo. Había innumerables senderos que parecían llevarle a todos lodos y a ninguna parte. También había un lago con patos y gansos deslizándose sobre las poco claras aguas. Que con total pasividad lo surcaban sin preocupación alguna. También había peces de rojos colores, grandes, viriles y activos que se movían en un cardume oval.

También había bancos de listones de madera con barniz ido, unidas estás por dos bases de liso hierro negro. También estaba él sentado en uno de esos bancos muy cerca de la orilla del lago. Solo, en silencio -casi en pausa- recostado hacia delante con sus codos apoyado en sus rodillas y sus manos sosteniendo sus mejillas. Parecía mirar el piso, pero no, no estaba mirándolo. Hacía quince minutos estaba lleno de proyectos que insuflaban todos sus movimientos, pensamientos y gestos. Había pensado en cambiar muchas cosas o casi todas. Hacía quince minutos el mundo giraba entre los dedos de una de sus manos. Hacia quince minutos su corazón dirigía el compás de una marcha triunfal. Hacia quince minutos, tan solo quince minutos, parecía encaminarse –por fin- a algo lindo. Sí eso, eso “lindo” que tanto tiempo deseó.
Hacia quince minutos eso “lindo” tenía rostro, ojos, piel, perfume, latir, ensueño y nombre. Hacia quince minutos ella era todo eso y muchísimo más. Era todo y más que eso.

Hacía un poco más de quince minutos estaba sentado frente a su computadora chateando con ella. Con eso “lindo” que tanto amaba. Después de varios intentos buscaba que aceptara cenar con él. Le contaba el lugar que los reencontraría y en su mente se dibujaba en una puntillosa mesa frente a ella, amándola con su mirada.
Pero de pronto en la pantalla se dibujo una frase que lo congeló:

- estoy saliendo con alguien. –ella confesó.
- Qué buena noticia. –él atinó a contestar a modo de amortiguar el garrotazo.
- Bueno para mí sí – ella escribió.

La pantalla quedó unos interminables segundos muda. Tanto de un lado como del otro.
Ya que si la noticia lo había herido la acotación ahondó el daño.

Él preguntó:

- ¿lo conociste hoy?
- Jajajaa.

La respuesta le crujió a burla.

- ¿FUE HOY? –escribió en mayúsculas para que entendiese el énfasis de la misma.

Silencio.

- No hace un tiempo.
- ………. – él nada pudo asentar.

Sintió que la distancia se dilataba deslizándolo a un punto jamás deseado.

- ¿Seguís pensando en ir a cenar?
- No lo sé. –latía su pecho.

Pausa.

- Me gusta que seas sincero.
- Siempre lo soy y más contigo. –agregó confeso y hasta arrepentido.

Pausa.

Se sintió despreciado, pues no comprendía, cómo había podido dejarlo a él esperanzarse por un instante. No tenía derecho. No tenía ningún derecho en tratarlo de esa forma. Sentía que su energía vital se desvanecían con cada latir. Esa energía que por tantos años había dado vida a su esperanza.

- Seguramente a él no le gustaría que cenaras conmigo. – agregó con su mirada en el teclado mientras su corazón observa a la desilusión que lo invadía.

- Él confía en mí y soy libre de hacer lo que quiero. Que tiene de malo cenar con un amigo.

Pausa.

- Tú eres un amigo para mí.

El silencio contenido en él alargo más aun la pausa. Su tenacidad mordió la lona.

- ¿Estás todavía ahí?
- Creo que sí. –escribió con el silencio del despojado.

Y prosiguió:

- También creo que si fuese “alguien” no me gustaría que tú cenaras conmigo.

- Es tu decisión. –fue la respuesta rápida de ella.

Leyó en un instante innumerable veces la corta frase y tecleó un corto.

- Sí claro.

- Bueno…

Él la interrumpió escribiendo y enviando un rápido:

- Tengo que irme.

Decidiendo acortar la agonía y no dejarle a su justificada rabia expresar su dignidad.

- Bueno te entiendo.

Pausa. En la cual él se dijo: “tú no me entiendes –y por lo visto- no me has comprendido nunca jamás”.

- Bay y suerte. –le envió Domenica.
- Adiós. – escribió y envió Man.

Sintió necesidad se recostar su espalda en el banco, sus manos quedaron entrelazadas colgando entre sus piernas. Miró el lugar y de golpe sintió la brisa templada, los sonidos, los perfumes que siempre estuvieron rodeándolo. Pero nada era como antes, ni la brisa, ni los sonidos, ni los perfumes. Todo estaba cubierto por el oscuro velo de la decepción. Pues ahora la decepción tenía rostro, ojos, piel, perfume, latir y nombre: Domenica.

Había un enorme parque y sentado en uno de los tantos bancos, aún estaba Man. En silencio casi como en pausa. Absolutamente herido. Solo con su corazón ultrajado.




Después de haber revivido en un “flash” su desencanto miró al islandés diciéndole:

- Siempre estuve enamorado de ella. Me pasé la vida buscándola, esperándola, soñándola, asumí todos los costos, todos los riegos… por estar unos miserables segundos junto a ella. No tiene idea Nemesio… no se imagina.
- Ella no le correspondió.
- Diría que peor. Pasaron muchos años hasta que un día aceptó. Ella estaba en un momento muy difícil… estaba más loca que nunca.
- Buscó ayudarla.
- Sí… y si bien la deseaba como a nadie, mi propósito fue sacarla de ese mal trance. Se lo aseguro. Sentía que era mi única misión.
- Le creo, no tengo duda alguna.
- Estuvimos juntos pero siempre estaba pendiente de “ella”, de su salud psíquica… emocional. Deseaba que se recuperara, no me importaba el precio personal que debía asumir. Me había propuesto afrontar todos los costos que fueses necesarios. Quería que fuera feliz a cualquier costo.
- ¿Y usted fue ese costo?
- Quizás. Sí… pero lo acepté. Y si lo hice fue porque deseaba que fuese “ella”, aunque me quedase en el camino. Lo hice porque…
- No la quería… la amaba.
- Cuando describió a Ángela, usted enfatizó que fue una “Mujer”. Y no pude dejar de contrastarla con Domenica. Usted resaltó la “Lealtad”… Domenica terminó siendo todo lo contrario.
- Quizás
–lamentablemente- no lo quería. Es doloroso pero debió ser que no lo amaba.
- No es eso. No voy a negar que uno desea que le correspondan a sus sentimientos. Lo que no puedo aceptar es que… -y se interrumpió.

Nemesio se mantuvo en silencio a espera que soltará su verdadero dolor.

- Esa vez dijo “no hay nadie…”
- Típico… de todas las épocas. –“y poco original” pensó sin decir.
- Lo acepté, es más le dije que siempre estaría a su disposición si necesitaba algo.
Qué estupido. Pasó un lapso de tiempo, pasaron cosas y volví a buscarla. Otra estupidez. Ah… basta, no quiero recordar nada más. No quiero volver al parque.

El islandés volvió al mutis.

- No tenía derecho a ser tan cruel. No se puede jugar con los sentimientos de las personas y menos aun con la que probamos y comprobamos su Amor. –vomito casi asqueado.
- Man no le voy a preguntar cuál fue la ofensa. Pero necesito que me ayude. –insistió Iceoffson.
- Creo que no me comprendió.
- Claro que lo comprendo. Acaso cómo un hombre –en este caso, yo mismo- puede valorizar lo que es la “Lealtad”, sin no antes sufrir una miserable decepción. Lo decepcionó o lo traicionó. En estos casos no hay diferencia alguna. Y disculpe que me entrometa.
- …
- Man, usted tiene innumerables valores. No se olvide de ello. Usted no es un esquivo, es de los que enfrentan las situaciones.
- “De los que les ponen el pecho a las balas”.
- No pudo ser más acertado. Ángela habría afirmado: “usted no es un pecho frío”.
- Mis sentimientos hacia ella se terminaron.
- Muy bien, eso quería escuchar de usted. Será una relación “profesional”. Un trabajo.
- Ya veo porqué hizo tanto dinero.
- ¿Por qué?
–sonriendo.
- Es un gran vendedor.
- Jojojojó… Ángela decía lo mismo.

Nemesio puso su mano en el hombro de él zamarreándolo levemente.

-Vamos a prepararnos… hoy tenemos algo importante que festejar. Nunca verá a tantos Vikingos juntos. Ni tan borrachos, jojojó… vamos muchacho, la vida fluye!




Una hora después –antes de terminar de vestirse para la fiesta- solo en su habitación se sentó al borde de la cama casi en la misma posición que en aquel parque. Volvió a su mente el momento del chateo, su dolor en aquel lugar y también lo sucedido unos días después.
Pues él esperó inútilmente que Domenica lo llamase y le diera sus disculpas. Nobleza obliga.
Hasta conjeturó que todo había sido una maldita broma. Absolutamente cruel, pero una broma. También consideró que fuese verdad, una maldita verdad. Tanto una como otra tenían un similar efecto en él. No sabía a odio pero le daba asco. Recordó que tomó un papel, un lápiz y casi de un trazo volcó en una poesía todo lo silenciado en aquel parque. Todo lo que su corazón manaba.


Ah Maldita... como deseo
que las sabanas te hieran
porque no estoy a tu lado;
que sientas el Ártico
porque no te cobijo;
que de madrugada despiertes
porque no me soñaste;
que tus frenos chillen
porque temes buscarme;
que te rebasen tus fluidos
porque no tienes mi cause;
que tu pecho te aplaste
porque no tienen mis alas;
que me maldigas mil veces
porque aún me amas.

Quizás en ese momento
llegues a rozar... a percibir
algo de como me siento,
de como me muero.
maldito sin ti!



Reparó en todo el tiempo que le llevó tratar de olvidarla, de olvidarse, de comprender, de comprenderse y se sintió nuevamente tan herido. Tan herido, que vislumbró que el ultraje no lo había matado.



Pawar y Feu (un día antes).


- Estimada señorita, habíamos acordado que…
- No me diga Pawar que tenemos que modificar…
- No, no es eso. Vamos a necesitar de usted un esfuerzo mayor.

Domenica intentó interrumpirlo, Pawar levantó su mano suavemente frenándola.

- Vamos…
- ¿Vamos?
- Señorita Feu, necesitamos que viaje.
- Pero eso no…
- La parte prometida de sus honorarios ha sido depositada en su cuenta.
- Pero aun no comenzamos.
- Es por ello y por este esfuerzo
-que precisamos de usted- recibirá en compensación la misma suma anterior. Le depositaremos la mitad –obviamente si acepta- y el resto o saldo al finalizar la tarea.

Pawar dibujo una gentil sonrisa esperando la respuesta.

- Y en que consiste “la tarea”.
- Básicamente, la misma. Sólo que deberá viajar a Iceland para encontrase con el señor Iceoffson.

Domenica no deducía porque le pagarían el doble por hacer lo mismo. O mejor dicho la mitad.

- Shri, usted me dijo que debíamos esperar que volviera Man.
- No se preocupe… Las cosas cambian.
- Me depositarán el dinero ahora.
- Si acepta.
- Deposítelo.


El largo turbante del Indio.


Shri estaba en su despacho hablando por su celular.

- …así que han hecho una excelente amistad. Debe ser por eso que me pidió que le enviase a esta loquita.

Seguía escuchando en el informe de su interlocutor y espía.

- De los túneles… qué has averiguado?

El informante fue breve.

- Lo mismo de siempre. Bien, bien, bien… seguramente con la llegada de la Feu podremos enterarnos de algo más. Nos conectamos como siempre. Espera, ponle un topo al ayudante… ¿cómo es su nombre? Ah… Mikli, síguelo hasta saber si tienen ubicado otro hueco.

Y le recordó a su contacto.

- No te olvides... si ubicas el medallón te volverás rico. Muy rico.

Escuchando la respuesta.

- En algún lugar debe de estar. No le pierdas pisada a ninguno, te enviaré dinero mañana para los gastos. Adiós.


Cortando la comunicación.





Tema musical: The Wishing Tree – LoreenaMcKennitt.

Las imagenes tanto la primera "Layers" y la tercera son obra y gentileza de una magnifica fotografa de nombre Dallas. Ambas publicadas en www.flickr.com . Muchas gracias por permitirme utilizarlas y felicitaciones por tu arte. Vista a Dallas en www.flickr.com.

La segunda imagen "Había en un parque" por guzsergi+arteD.